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Y EL SOL SALDRÁ DE NUEVO

La pérdida de un ser querido es el más complicado de todos los dolores. Comprender que la persona que hemos mantenido tan cerca nuestro ya no está, crea una desesperación como ninguna otra. Es el tipo de dolor que simultáneamente aplasta y tira. El tipo de dolor que te consume.

Claudia Alejandra Vera fue una de mis personas preferidas en esta tierra. Ella es (uso "es" porque esto siempre será cierto) más que una tía, una madrina o un pariente cercano... ella es mi segunda mamá. La amo con todo mi ser. Sin dudas, la ausencia de su presencia física siempre será el dolor más profundo que jamás haya sentido.

Pero siento su luz circular en mis venas todos los días. Ella me inspira a disfrutar de todo lo que Dios y el universo me han dado, y todo lo que he manifestado dentro de mí. A crecer tanto en la luz como en la oscuridad. Su alma es una semilla en mi ser que solo seguirá creciendo hasta convertirse en una hermosa flor, una manifestación de todo lo que ella fue y siempre será para mí, para sus seres queridos y para la marca innegable que dejó en este mundo.

Últimamente, he luchado para encontrar las palabras correctas que expliquen cómo me siento en este momento. Es difícil expresar nuestro dolor de una forma que nos conforme, porque es algo que nunca nos parecerá bien o con sentido o justo. Me ha costado encontrar las palabras correctas porque no las hay. Esto es precisamente lo que hace que esta ausencia sea tan compleja. Pero las palabras que sí he escrito siempre transmiten lo mismo: la paradoja de la pérdida de un ser querido es que encierra y a la vez, expande.

En un momento u otro, nos enfrentamos con lo que quizás es la sensación más aterradora de todas: nuestra insignificancia. Sabemos que así como nacemos en este mundo, también nos despidiéramos de él. Nuestros cuerpos y voces, se convertirán en un recuerdo. Pero hay algo mas complejo dentro de esta premisa. Esa idea de nuestra insignificancia, nuestra fragilidad ... en realidad no es cierta. Nuestros cuerpos sí tienen poder. Nuestras palabras, nuestras enseñanzas, nuestras experiencias, nuestras relaciones... son la manifestación del poder e influencia que tenemos en las vidas de los que conocemos dentro de esta historia. Depende de nosotros poder impactar las almas que tocamos y crear un cambio positivo. Somos todo lo opuesto a insignificante.

Sigo creyendo en el valor de escribir sobre lo que duele... nuestros reproches y miedos del futuro, los desafíos a los que nos enfrentamos, nuestros diálogos internos en conjunto con las fuerzas externas... escribir sobre los pensamientos que nos mantienen despiertos a la noche. Pero también me he vuelto más decidida en mi objetivo de escribir sobre las otras cosas ... sobre los sentimientos que tenemos cuando las cosas sí están bien. Y para mí, algunos de ellos incluyen:

La calidez de un abrazo familiar, un beso de mis papás. Tomar un tereré bien frío y hablar de nuestra niñez con Brenda, Sofía y Mateo durante un día húmedo en Buenos Aires. Esa contracción abdominal de reírse hasta llorar cuando mis amigas y yo bailamos juntas al pop de los años 2000. La adrenalina de saltar espontáneamente al mar con mis mejores amigos y la pura felicidad de entregarse a la puesta del sol que consume el cielo y el espacio que nos rodea. La sensación de estar tan involucrado en un proyecto creativo, acercándome cada vez más a mi futura carrera. Creer en la necesidad de cambio y hacer algo al respecto. Usar mi propio dolor para abogar por aquellos que han sido silenciados a través de mi pasión por contar historias. Viendo mi propio crecimiento mientras actuó a través de la sabiduría que adquirí de errores pasados. Realmente darme cuento de lo lejos que he llegado.

Es importante hablar de estas cosas. Son lo que reflejan la luz dentro y alrededor de nosotros. Son las cosas que nos dan esperanza.

Y sin embargo, a veces lo olvidaremos. Inevitablemente, llega un momento en que "¿Cómo estás?" se convierte en la pregunta más difícil de todas. Nos empezamos a plantear... ¿Qué nos espera? ¿Cómo damos otro paso? Hasta con solo dos palabras, esta pregunta puede causar un dolor inmenso. ¿Cómo podemos formular una respuesta cuando las palabras correctas nunca existirán?

Aun así, el núcleo de esta pregunta es la esperanza. Es una prueba del constante retorno de la luz. Surge tanto en lo bueno como en lo malo, en las cosas pequeñas y en las cosas grandes. En los momentos de felicidad y adrenalina pura. Es evidencia de que la pérdida de un ser querido, el obstáculo más insoportable, es lo que permite el crecimiento. Es testimonio de la vida dentro de nuestras almas.

Dentro de toda la sabiduría que me regaló Claudia durante su vida, hay algo que me guía todos los días. Es lo que alimentaba su fuerza imparable. Es el poder que se genera cuando nos recordamos que a pesar de todo, todavía tenemos vida. Y ése es el mejor regalo de todos.

Aunque nunca encontraré las palabras para describir toda la luz que Claudia me otorgó y la oscuridad de su partida, nunca me rendiré. Claudia siempre expresaba su orgullo de que yo escriba y eso es exactamente lo que voy a hacer: escribir sobre la complejidad, el amor, la luz ... la belleza de la vida.

En fin, les comparto un extracto del poema que escribí dos semanas después del fallecimiento de Claudia. El poema y las palabras que siguen se manifestaron gracias al impacto de su legado.

Así que mientras tanto,

toma una respiro profundo.

Sentí el viento en tu cabello,

la sal marina en tus pies,

el sol en tu alma.

Sentí la vida.

Y te lo prometo:

un día tendrás esperanza.

Porque incluso después de las noches más oscuras,

el sol siempre saldrá.

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